20 i ·ÖversĂ€tt
đŸŒŸ Gracias, Anjelita đŸŒŸ
En memoria de una vida que fue luz entre las sombras

Naciste en La Agalartija,
donde el viento canta bajito,
y al llegar, tu madre partĂ­a...
dejando en tus ojos un grito.

Pero no fuiste sola, no,
porque el cielo ya tenĂ­a su plan,
y unos padrinos de corazĂłn
te esperaban allĂĄ en AyotlĂĄn.

Chencho España, tu segundo padre,
y una madrina de alma bendita,
te cuidaron con fe verdadera,
te llamaron siempre Anjelita.

Tus padres tuvieron riqueza y nombre,
pero el oro no suple el amor,
y tĂș creciste entre libros de monjas,
entre cantos, silencio y fervor.

Cantabas en coros celestiales,
con voz que calmaba el dolor,
y aunque llevabas heridas profundas,
las cubriste con puro valor.

ÂĄGracias, Anjelita, por dar tanto!
Por vestir al que nada tenĂ­a,
por dar pan, abrigo y abrazo,
con ternura, sin pedir alegrĂ­a.

No tuviste lujos ni castillos,
pero diste lo mĂĄs importante:
una vida entregada al humilde,
un ejemplo puro, constante.

Hoy damos gracias por tu paso,
por ser alma, faro y consuelo,
por mostrarnos que el mĂĄs sencillo
es el que mĂĄs se parece al cielo.